viernes, 15 de junio de 2012

Homeopatìa y la gran cèlula (Ignatia Amara)


Ignatia Amara

 
Lágrimas, desconsuelo, gritos, sensación de abandono, el reclamo a Dios porque dicen que pronto todo se arreglara.  Son muy pocas las culturas que no lloran a sus seres queridos al momento de partir al otro mundo. Por mas extraño que parezca, al momento de nacer lo único que tenemos seguro es la muerte, aun así vivimos en una cultura inconsistente con esa realidad; los hijos lloran a sus padres por el pasado, los padres lloran a sus hijos por el futuro y el  llanto por la pareja es por los tres tiempos.

Al momento de nacer recibimos la oportunidad de evolucionar, pero el sufrimiento esta atado con un hilo de ignorancia y transitamos este plano de existencia basado en un desarrollo material; tal es así, que la Pulsatilla habla del Oro de las paredes de cielo, de coronas y de recompensas que solo podrías disfrutar al morir siendo pobre; si eres rico no entrarías al reino de los cielos, obviamente porque seria mas de lo mismo.

Vivimos como si tuviésemos todo el tiempo del mundo para arreglar las cosas, lloramos en la tumba de nuestros seres queridos porque creemos nos dejan con la transformación a mitad de camino; lloramos la oportunidad de reír, la de llorar, la de pelear, la de cambiar, la oportunidad de ser, pero la muerte es una forma de aceptar que nos equivocamos, que cada segundo debería vivirse con intensidad, con tanto ímpetu que lloráramos de la risa solo de recordar cada momento.  

 
La energía que nutre al cuerpo es ajena a él; en el fondo tenemos la sensación de inmortalidad y el síntoma principal es la falta de aceptación a la muerte; esa sensación de dolor, de abandono, de castigo es pasajera, pero somos demasiado egoístas para aceptar que la alegría que produjo al nacer no equilibra la balanza.

La sociedad no prepara a sus ciudadanos para la muerte, los prepara para producir; el desequilibrio en las emociones y sentimientos se debe a la falta de armonía con el entorno, así que en un mundo con pocas satisfacciones espirituales y emocionales, reclamaremos con lágrimas al creador por habernos quitado a quien nos daba momentos de felicidad, ya sean existente o imaginarios.

Ignatia es la mejor expresión de los trastornos de origen emocional causados por pérdidas o penas recientes, en donde nuestro sistema nervioso colapsa y no logra armonizar el sentir con la razón; la ira se confunde con ansiedad, la pérdida con el rechazo, el amor no correspondido con un castigo.  Las bromas y risas cambian a tristeza con llanto involuntario y sin control por nuestros propios problemas o por el sufrimiento de otros, aunque no sean cercanos a nosotros.  La profunda sensación de vacío gástrico que nos obliga a suspirar, a inspirar profundamente intentando comprender y controlar la situación que se nos escapa de las manos, provocándonos espasmos musculares.

Ignatia exaltara la impresionabilidad de todos los órganos de los sentidos, destruyendo la armonía de acción en toda la economía orgánica trastornando así la coordinación de sus funciones.

Mariangel Marquez-Howard Yanes
Caracas-Venezuela 15/06/2012

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