Ignatia Amara
Lágrimas, desconsuelo,
gritos, sensación de abandono, el reclamo a Dios porque dicen que pronto todo
se arreglara. Son muy pocas las culturas
que no lloran a sus seres queridos al momento de partir al otro mundo. Por mas
extraño que parezca, al momento de nacer lo único que tenemos seguro es la
muerte, aun así vivimos en una cultura inconsistente con esa realidad; los
hijos lloran a sus padres por el pasado, los padres lloran a sus hijos por el
futuro y el llanto por la pareja es por
los tres tiempos.
Al momento de nacer
recibimos la oportunidad de evolucionar, pero el sufrimiento esta atado con un
hilo de ignorancia y transitamos este plano de existencia basado en un
desarrollo material; tal es así, que la Pulsatilla habla del Oro de las paredes
de cielo, de coronas y de recompensas que solo podrías disfrutar al morir
siendo pobre; si eres rico no entrarías al reino de los cielos, obviamente
porque seria mas de lo mismo.
Vivimos como si tuviésemos
todo el tiempo del mundo para arreglar las cosas, lloramos en la tumba de
nuestros seres queridos porque creemos nos dejan con la transformación a mitad
de camino; lloramos la oportunidad de reír, la de llorar, la de pelear, la de
cambiar, la oportunidad de ser, pero la muerte es una forma de aceptar que nos
equivocamos, que cada segundo debería vivirse con intensidad, con tanto ímpetu
que lloráramos de la risa solo de recordar cada momento.
La energía que nutre al
cuerpo es ajena a él; en el fondo tenemos la sensación de inmortalidad y el síntoma
principal es la falta de aceptación a la muerte; esa sensación de dolor, de
abandono, de castigo es pasajera, pero somos demasiado egoístas para aceptar
que la alegría que produjo al nacer no equilibra la balanza.
La sociedad no prepara
a sus ciudadanos para la muerte, los prepara para producir; el desequilibrio en
las emociones y sentimientos se debe a la falta de armonía con el entorno, así
que en un mundo con pocas satisfacciones espirituales y emocionales, reclamaremos con
lágrimas al creador por habernos quitado a quien nos daba momentos de felicidad,
ya sean existente o imaginarios.
Ignatia es la mejor expresión de los trastornos de
origen emocional causados por pérdidas o penas recientes, en donde nuestro
sistema nervioso colapsa y no logra armonizar el sentir con la razón; la ira se
confunde con ansiedad, la pérdida con el rechazo, el amor no correspondido con
un castigo. Las bromas y risas cambian a
tristeza con llanto involuntario y sin control por nuestros propios problemas o
por el sufrimiento de otros, aunque no sean cercanos a nosotros. La profunda sensación de vacío gástrico que
nos obliga a suspirar, a inspirar profundamente intentando comprender y
controlar la situación que se nos escapa de las manos, provocándonos espasmos
musculares.
Ignatia exaltara la impresionabilidad de todos los
órganos de los sentidos, destruyendo la armonía de acción en toda la economía
orgánica trastornando así la coordinación de sus funciones.
Mariangel Marquez-Howard Yanes
Caracas-Venezuela 15/06/2012
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