La acupuntura considera el cuerpo humano como un sistema de flujo energético que dispone de un amplio y sofisticado sistema de defensas, capaz de localizar las perturbaciones y de dirigir su propia energía y recursos para curar los problemas por sí mismo. En tal sentido, la labor de la acupuntura no será otra que reforzar las funciones internas de autocuración, ya presentes en cada uno de nosotros.
La tradición nos habla de la energía como una fuente integradora y reguladora de la forma físico-química, por lo tanto, las perturbaciones energéticas que profundizan, cursaran con diversas alteraciones de la estructura orgánica. Basándonos en la afirmación que el hombre es un ente regido por leyes universales, formando un todo indisoluble e interrelacionado, entonces somos transformadores de energía, capaces de producir y responder a ciertas manifestaciones específicas, las cuales forman los distintos planos psíquicos, de allí la afirmación de que somos psicosomáticos o somatopsíquico y que “El hombre responde al cielo y a la tierra”, sometido constantemente a las influencias cosmológicas y telúricas.
La teoría mecanicista en la cual se base la medicina occidental ha entrado en una nueva concepción integracionista a través de la bioenergética, ciencia que estudia las transformaciones energéticas en los sistemas vivos, incluyendo el estudio de la energía química almacenada y utilizada como nutriente y fuente de energía, además de los métodos de recuperación de la misma. Por ello, la bioenergética es el puente que permite la integración entre las medicinas vitalistas y las mecanicistas.
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